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martes, abril 30, 2024

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El alma de Pepita Castelló se materializa en un poemario que canta a los sentimientos más profundos del ser humano

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P. De la Fuente-. Y Pepita volvió en primavera. Apenas había pasado un día del inicio de una de las estaciones que más fulgor cobra entre poetas y, casualmente el Día Internacional de la Poesía, el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Medina del Campo dio cobijo a la presentación del libro «Pepita, la grandeza del alma». Una recopilación de obras que cantan a la España rural y los sentimientos más profundos del ser humano, que la propia Pepita Castelló redactó de su puño y letra durante sus años de producción literaria. Es ahora cuando Alfonso Hernández, compañero de vida de esta, ha decidido publicar los mismos en un libro cuyos fondos irán destinados a la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias de la comarca de Medina del Campo.

«No morimos si estamos en el recuerdo de alguien y hoy Pepita está aquí, entre todos y cada uno de nosotros», apuntó el alcalde de Medina del Campo, Guzmán Gómez, en la inauguración de la jornada de presentación del libro este martes, 21 de abril. Así, y ante un salón en el que no cabía un alfiler, Alfonso Hernández dio paso a una emotiva velada literaria en el que estuvo acompañado por varios poetas y rapsodas: Mariano García Pásaro, Inmaculada Hernández, José González Torices, Mari Carmen Sanz y José Luis Tejo presidiendo la mesa.

Con este escenario, y con la máxima de que recordar es volver a vivir, Hernández enlazó primavera, poesía y alma ocho años después del fallecimiento de la poeta. «De los cerca de 500 poemas que escribió, he podido recoger alrededor de 150 y ninguno está dedicado a Barcelona -lugar donde nació- todos se enmarcan en el entorno de Pozaldez y Medina, es decir, el eterno rural.

Y es que aparte de homenajear a la España rural, y de manera más concreta a la mujer poeta en estos parajes, Pepita esboza en su producción literaria una oda a quienes más amó. «Yo seguiré escribiendo mis poemas / para ti, para tu silencio eterno. / Seguiré elevando palabras llenas de sueños errantes y de amor tierno. /  Seguiré contemplando tu grandeza / fecunda, con el alma ya embrujada, / y esos días que han guardado tu pureza/sobre aquel rincón de madrugada». Así da comienzo a uno de sus poemas titulados «A mi Alfonso… A la eternidad». Y prosigue: «¡Oh manantial de gloria perenne, / de estrellas dibujadas en el cielo! / Cuando la fuente es azul y solemne / brotas en el hondo callar del suelo. / Para ti mis poemas, cuando en mi aliento, / sea amargo el sabor y tenue de la luz, / la vida contenida en un lamento / y quieto mi cuerpo en la gran quietud.».

De la mano de Castilla Ediciones, «Pepita, la grandeza del alma» se compone de 6 capítulos. El primero, titulado «Mis manos, una caricia», le sigue «En mi soledad te siento», «Mi íntima tristeza llena de ternura», «El esplendor de las rosas», «Canto a la primavera» y «A los que tanto amé». Entre sus páginas, se saborean tintes literarios de otros autores, como García Pásaro, José Luis Martín Cea, José González Torices y otras entrañables composiciones de amigos y familiares.

Y es que la obra de Pepita es, en palabras que emitió el propio Torices, «la representación de una mujer de alma castellana»; la muestra de una mujer rural que estaba representada por la palabra y el paisaje. «Cuando sabemos aglutinar estos elementos y se expresan con toda la belleza, es cuando nos encontramos con una gran maestra y comunicadora que nos enseña a acercarnos a ella, a escuchar la profundidad de sus sentimientos poéticos», relató.

«Pepita, la grandeza del alma» es un lugar donde el papel y la tinta transmiten el placer de admirar, reflexionar y actuar. «Necesitamos mujeres emprendedoras rurales y aquí está una de ellas. Las mujeres rurales también son poesía y las necesitamos en ella», finalizó Torices.

Y así volvió Pepita por primavera. Lo hizo en la voz de los rapsodas presentes. Lo hizo a través de sus versos y de unas cuerdas vocales que, algo temblorosas por la emoción, homenajearon y honraron el alma de una de las poetas más magníficas de estos últimos tiempos. Construyeron puentes entre lo pasado, presente y futuro, teniendo además por objetivo arrojar luz sobre aquello que también padeció Pepita: el Alzheimer.

Renació a la vida el canto de la poeta en primavera, cuando «la luna soñadora entre fábulas y leyendas / refleja en los amantes su luz entre tinieblas. / Hermanos de la noche tomad el sol que espera. / Mas vuelve la esperanza que nace en primavera. / El árbol se engalana, sus hojas reverdean. / La lluvia que lo envuelve en su caricia etérea. / Mis ojos resplandecen, callan y veneran / al ver el milagro brotar de aquella tierra. / Si tengo que volver que sea en primavera». 

 

 

 

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