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jueves, mayo 9, 2024

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«Soy mayor, pero no idiota»

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Redacción.-

Bajo el eslogan «Soy mayor, pero no idiota», el valenciano Carlos San Juan de Laorden inició una revolución contra el abandono de las personas mayores en el proceso de acelerada digitalización de los bancos. Su voz rápidamente encontró eco en cientos de miles de personas en todo el país, y finalmente llegó al Consejo de Ministros hace poco más de un año. Sin embargo, no solo la banca y sus canales en línea han olvidado a los mayores, el edadismo está presente en todas las facetas de las tecnologías digitales, desde la exclusión de ciertos grupos de usuarios hasta el mercado laboral.

Dos investigadoras de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Mireia Fernández Ardèvol, experta en digitalización y personas mayores e profesora de comunicación digital de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, y Andrea Rosales, investigadora del grupo Communication Networks & Social Change (CNSC) y profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, junto con Jakob Svensson, profesor e investigador de la Universidad de Malmö, profundizan en el tema en su libro «Edadismo digital. Cómo opera y enfoques para abordarlo». En estas páginas, junto a una treintena de expertos, analizan cómo el edadismo digital está presente de forma invisible en nuestra sociedad y, en particular, en la meca de la revolución tecnológica: Silicon Valley.

El edadismo es una forma de discriminación social basada en la edad, que afecta a personas de todas las edades, pero especialmente a los mayores. Según Mireia Fernández Ardèvol, en las sociedades capitalistas contemporáneas, el trabajo y la productividad son aspectos centrales. Cuando una persona deja de participar en el mercado laboral, o si nunca ha participado en él, la sociedad la margina. Esto crea una relación de exclusión que sitúa en la periferia de la sociedad a las personas mayores que no son consideradas productivas.

«Nuestras sociedades construyen la vejez como una carga y lo que se valora es la juventud», explica Fernández Ardèvol. A pesar de ser evidente y estar arraigado en nuestras sociedades, el edadismo sigue siendo invisible. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, una de cada dos personas discrimina a los mayores por su edad, y en Europa, una de cada tres personas admite haber sufrido edadismo.

El informe mundial sobre el edadismo de la OMS señala que el edadismo tiene graves consecuencias para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas. En el caso de las personas mayores, el edadismo se relaciona con una menor esperanza de vida, una peor salud física y mental, una recuperación más lenta de las discapacidades y un mayor deterioro cognitivo. Además, el edadismo aumenta el aislamiento social y la soledad, limita la expresión de la sexualidad y puede aumentar el riesgo de violencia y abuso. En el entorno de la digitalización, el edadismo se manifiesta con especial intensidad. «Las tecnologías digitales siempre se han asociado con la juventud desde el principio, y mayoritariamente son diseñadas por personas jóvenes con un contexto de vida específico. Además, las tecnologías digitales se asocian con la productividad y el mundo laboral», explica Mireia Fernández Ardèvol. «En todo el proceso de digitalización, hemos olvidado a aquellos que no estudian ni trabajan. Lamentablemente, esto significa que las personas mayores no son el objetivo de la revolución digital, ya que no forman parte del sector productivo».

Para combatir el edadismo, el informe de la OMS sugiere invertir en estrategias basadas en la ciencia, mejorar los datos y las investigaciones para comprender mejor el edadismo y cambiar el discurso sobre la edad y el envejecimiento. «En el ámbito digital, debemos pensar en términos de diseño universal y escuchar la voz de estos grupos, incluyendo a las personas mayores en todas las etapas, desde las discusiones sobre políticas públicas hasta los diseños de servicios y las pruebas de usuario», concluye la experta en comunicación móvil, personas mayores y tecnologías de la información y la comunicación.

Silicon Valley, tanto como territorio geográfico como concepto, es el símbolo de la innovación y la revolución tecnológica a nivel mundial. Sin embargo, la cultura tecnológica de Silicon Valley, nacida en la Universidad de Stanford, ha perpetuado los orígenes sexistas y edadistas. La cultura corporativa desafía al trabajador a cambiar el mundo y romper barreras, pero se identifica más con un joven emprendedor y un trabajador incansable que con alguien que tiene responsabilidades familiares. Además, la cultura tecnológica está fuertemente asociada a estereotipos negativos sobre los trabajadores mayores, como la falta de pasión, dificultades para aprender y adaptarse a nuevas tecnologías, y falta de interés en general. Esto se combina con la falta de diversidad en Silicon Valley, donde predominan los hombres jóvenes y blancos.

Para romper con este marco, es necesario crear conciencia sobre los estereotipos que influyen en las relaciones interpersonales, especialmente los estereotipos relacionados con la edad, y cómo afectan las relaciones laborales en la industria tecnológica. También se deben cambiar las percepciones culturales y promover un cambio en la cultura corporativa para incluir a los trabajadores mayores y valorar su experiencia y conocimientos. La inclusión de las personas mayores en la revolución digital es fundamental para superar el edadismo y aprovechar plenamente el potencial de todos los sectores de la sociedad en la era digital.

En resumen, Carlos San Juan de Laorden lidera una revolución contra el edadismo digital y la exclusión de las personas mayores en la revolución tecnológica. Expertos de la UOC destacan que el edadismo está presente en todos los aspectos de las tecnologías digitales, desde la discriminación en los servicios en línea hasta la falta de inclusión laboral. Es necesario aumentar la conciencia sobre el edadismo, cambiar los estereotipos y promover una cultura corporativa más inclusiva que valore la experiencia y los conocimientos de las personas mayores. La inclusión de las personas mayores en la revolución digital es esencial para construir una sociedad más justa e igualitaria.

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