Jueves, 11 de mayo, 23:40 horas. Salgo de casa de mi madre después de cenar una riquísima tortilla de jijas y poner protectores de fieltro a las patas de las sillas para que no molesten a los vecinos de abajo. Hace fresco, a pesar del calor que ha hecho estos días. Subo al coche y me voy a mi casa. Al pasar por la esquina de Lope de Vega veo luces en la sede de Medina Primero y me doy cuenta de que faltan apenas unos minutos para que comience oficialmente la campaña electoral, así que me doy una vuelta a ver cómo están las calles. En la Plaza de Segovia se ve movimiento en el Lazos. Luces y sombras que se mueven también en la sede del PSOE. Pero no hay luces en la de VOX. Está cerrada. Quizás no están acostumbrados a la “fiesta” de poner los primeros carteles o quizás ya estén en la Plaza Mayor esperando a que el reloj de los maragatos cante las 12, como si fuese Nochevieja. Voy a ver. Nadie en la plaza. Nadie en las terrazas. Solo veo a una pareja paseando al perro y a otra pareja, que son los socios de un bar cercano. ¿Dónde vais tan pronto? A casa, bonito, que nos lo hemos ganado y no hay nadie por ahí.
Realmente estaban las calles vacías. Parecía que habíamos vuelto al confinamiento y miré varias veces por el retrovisor con la angustia de que me siguiera el coche de la policía para multarme por salir de casa. Y sin perro como excusa. Qué tristeza de inicio de campaña. Siete partidos políticos con sus 21 aspirantes a concejales deberían de estar ilusionados pegando carteles en algún sitio. Yo no vi a ninguno. Quizás era demasiado pronto. Quizás debería volver a pasar un poco más tarde. Llegué a casa y le pregunté a mi mujer si quería bajar a ver el ambiente. No me contestó. Me clavó su mirada como un puñal y mató mi curiosidad. Comprendí que aquellas campañas de los 80 ya no volverán. Ahora las cosas son distintas. Nosotros también.
Rodrigo V.
