- La fachada del Ayuntamiento de Medina del Campo ha vuelto a colocar la pancarta con el rostro de ‘Mari’ en el Día Nacional de las Personas Desaparecidas sin razón aparente
- La familia ha conocido ahora que, ocho meses después de la desaparición, se encontró un cadáver en el río Pisuerga
Paula de la Fuente
Con motivo del Día Nacional de las Personas Desaparecidas sin razón aparente, que se celebra cada 9 de marzo, el Ayuntamiento de Medina del Campo ha colocado en su fachada dos pancartas conmemorativas de la vecina de la Villa de las Ferias que desapareció hace ya 34 años y de la que se desconoce su paradero. Se trata de la medinense María Dolores Sánchez Moya, cuyas hermanas no escatiman en esfuerzos para tratar de encontrarla, a pesar del tiempo ya transcurrido. Así, durante estos últimos cinco días, los balcones de la casa consistorial contarán con estos emblemas, como homenaje y recuerdo a ‘Mari’.
Si bien es cierto, una de sus hermanas, Jesusa Sánchez Moya, en declaraciones a este medio de comunicación, insiste en la necesidad de seguir dando visibilidad a esta efeméride, que coincide temporalmente con el Día Internacional de la Mujer. «Está muy bien que se reivindique todo, lo que yo pido es que también se dé a conocer el 9 de marzo, ya que a cualquier persona le puede pasar, el estar en una situación tan dolorosa como es tener a un familiar desaparecido».
Sin rastro desde el 24 de julio de 1990
Fue en el resonado barrido de La Mota, de Medina del Campo, el lugar en el que un 24 de julio de 1990 desapareció el rastro de María Dolores Sánchez Moya. Por aquel entonces, ella tenía 21 años y, dentro de sus planes ‘a corto plazo’, estaba el disfrutar de las fiestas del barrio con el resto de sus amigas. Sin embargo, nada de eso llegó a ser posible.
Esa misma mañana era martes y todo apuntaba a cierta normalidad. ‘Mari’, como la llaman sus hermanos, cogía el tren cada día a Valladolid para asistir a la vivienda donde trabajaba pero, fue precisamente en el trayecto de su hogar hasta la estación, el tramo en el que se pierde su pista. La medinense jamás habría llegado a la cita con sus compañeras, con las que quedaba para emprender el viaje rutinario a la capital vallisoletana.
Esa noche tampoco volvió a casa, pero en aquellos años 90 en los que la telefonía no estaba del todo extendida ni mucho menos las redes de mensajería instantánea actuales, no era del todo extraño no recibir una llamada para avisar de ello. Es más, Mari había avisado con anterioridad que, si en alguna ocasión no asistía a su hogar de madrugada, era porque se había quedado a dormir en la casa en la que trabajaba, dada la posibilidad de tenerse que quedar cuidando a la familia para la que trabajaba.
Pero los días fueron pasando y las noticias sobre María Dolores Sánchez Moya seguían sin llegar. La preocupación comenzaba a aflorar en la familia, que rápidamente acudió a la policía y, tal y como relatan, aseguraron que debían esperar 48 horas para interponer la denuncia al ser mayor de edad. Pero el tiempo seguía su curso y, tal y como defienden sus hermanos, no pudieron interponer la denuncia firme hasta pasados tres meses.
En este escenario, y tras observar cómo siguen sin aparecer novedades, los hermanos continúan en una lucha insaciable por conocer qué le sucedió verdaderamente a María Dolores, pues mantienen que la joven no volvió a casa contra su voluntad. Además, siguen manteniendo que fue sometida a malos tratos por su entonces pareja y, en esta línea, defienden que buscarán la verdad hasta llegar al final, pase el tiempo que pase. Un total de 34 años han pasado pero, los que más la querían, siguen con su retrato en mente.
Aparición de un cadáver en el Pisuerga, ocho meses después de la desaparición de ‘Mari’
El pasado año, un periodista telefoneó a la familia con el objetivo de escribir un artículo al respecto de la desaparición de la medinense. Un momento reseñable hasta ahora, ya que es éste quien le pregunta a Jesusa Sánchez Moya si era conocedora de que, justo ocho meses después de la desaparición de ‘Mari’, fue encontrado un cadáver en avanzado estado de descomposición en el Río Pisuerga. «Entonces me quedé en estado de shock, lo que hice fue ir a la Policía, quien me certifica que sí es así», menciona la hermana de la desaparecida.
A raíz de la creación del Centro Nacional de Desaparecidos en 2015, la familia se ha sometido a las pruebas de ADN para formar parte de los bancos, de cara a una mayor rapidez de identificación. «Cuando nos hicieron las pruebas, en el año 2015, ni siquiera nos dijeron nada. Pero ahora nosotros pensamos que era por aquel cadáver aparecido en 1991. La Policía pidió entonces (2015) permiso a la jueza para abrir la fosa común en la que se encontraba el cadáver. En el registro del juzgado viene un número de fosa, el 2 concretamente, y en el cementerio aparece otro, el 4. Lo que ocurrió es que, al abrir la fosa que constaba en el registro, no había cadáver. Esto provocó que la Policía tuviera que volver a ir a la jueza para plantearle la apertura de la otra fosa y dijo entonces que no. Ahí ha quedado el caso desde el año 2015 y nosotros hemos conocido esto el pasado año, y de casualidad gracias a la llamada de un periodista».
Tras hablar con la Policía para conocer qué pasos debían seguir con el objetivo de que se abriera la fosa correcta, la familia de María Dolores Sánchez Moya ha contratado a un abogado con el que asesorarse en estos próximos pasos. «La Policía nos ha dicho que las características que presentaba el cadáver podrían ser similares a la situación de mi hermana, ya que, entre otras cosas, no había ningún indicio de suicidio». Ahora, a la espera de que se dé apertura a la fosa, Jesusa Sánchez Moya se muestra «esperanzada», pero también con «gran dolor al pensar que puede ser Mari y que nos hemos enterado de su paradero de esta forma y 34 años después».
