El día de los abucheos a España

El 12 de octubre, fecha divisoria, se ha convertido, una vez más, en un escenario de odio y segmentación. Para unos, el Día de la Hispanidad, en el cual se celebra la llegada de Cristóbal Colón a América, en el año 1492, y para otros el Día de la Raza o de la Resistencia Indígena donde se recuerda el genocidio cometido por este particular navegante genovés. Pero no solo supone una disparidad de opiniones entre países de diferentes continentes, sino también dentro del nuestro en particular, pues muchos opinan ser una festividad tomada por los derechistas. Una ideología que, sin duda, se ha apropiado con el paso de las décadas de banderas, como es el caso de la rojigualda, de efemérides, como el 12-O, o incluso, si nos ponemos así, de alguna vestimenta, pues no hay votante de derechas que no disponga de unos náuticos o un ‘fachachaleco’ en su armario.

Sin embargo, no es eso lo más importante de esta festividad, sino el desfile que se moviliza en el centro de Madrid; un momento clave para que aquellos opositores del Rey y del Presidente del Gobierno – en este caso en funciones – arrojen sobre estas figuras sus insultos y gritos más rimbombantes. Una vejaciones que acaparan las focos de todos los medios de comunicación restando peso al acto en sí. La repetida frase ‘Que te vote Txapote’ sonaba al unísono nada más arrancar la comitiva. Un agravios que iban dirigidos, directamente, a Sánchez. Sin olvidarse del ‘Fuera, fuera, fuera’, que retumbaba en todas las vías de la capital, y el ‘Sánchez, atiende, España no se vende’.

Rodeado de la Familia Real y de Altos Funcionarios, el líder socialista hacía oídos sordos a todos los abucheos recibidos, pensando por dentro lo que aún está por llegar. Y si de vender se refieren aquellos que arremeten contra él, se refieren a su posible investidura y las negociaciones que esto conllevaría para España. «Con tal de sentarse en el trono, este pacta hasta con el diablo», se dice por la calle. Un ser que llegará, nada más y nada menos, que desde Bruselas. Y no por ser un extranjero que venga a solucionarnos el problema que tenemos en nuestro país, sino que atravesará la frontera con una preocupación mucho más grande que las ya existentes. Carles Puigdemont, el prófugo de la Justicia desde el año 2017, tiene la llave del Gobierno del socialista. Un acuerdo con Junts per Cataluña que traería consigo la Ley de la Amnistía. Y aunque, su portavoz, Míriam Nogueras, asegurara que se encuentran lejos de alcanzar el que califica como «compromiso histórico», Pedro Sánchez no desaprovechaba la oportunidad de hacer un guiño a Puigdemont no cerrando las puertas a una llamada entre ambos. Se dice que «para ganar todo, hay que estar dispuesto a perderlo todo». Y a cambio de una silla por cuatro años, con sus últimos pasos el socialista ya ha perdido toda la confianza de los españoles.