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miércoles, mayo 15, 2024

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La Semana Santa de Medina del Campo: el silencio de todo un pueblo

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Editorial-Semana Santa-. Decía Federico García Lorca que el lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo, como claro ejemplo de confidencia y amor. Sirviéndose estos renglones como prolegómeno, Medina del Campo es la clara imagen de la pureza y pulcritud de un pueblo cuyas gentes hacen carne al citado verbo, edificando sobre los pilares de las voces ancestrales la continuación de una serie de ritos y tradiciones que trascienden al propio individuo.

Así, llega un año más nuestra tan afamada Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional. Una cita que hace que las rutinas se queden a un lado para participar de forma activa -como cofrade o mero espectador- en las popularísimas procesiones impregnadas de un silencio atronador. Un ensordecedor eco de lo no dicho, de las ondas planas que fluyen en un ambiente marcado por el recogimiento.

La tierra en la que murió y testó Isabel la Católica ciñe su alma al rezo, con la mirada puesta en un cielo plagado de estrellas como senda iluminada de quienes, en tiempos pretéritos, cimentaron las más estrictas y prolíficas procesiones medinenses que, con respeto, guardan su esencia a día de hoy.

Y es que Medina del Campo no tiene sed de lo hiperbólico, sino que se sacia en ese diminutivo que permite al individuo doblegarse ante la multitud. En otros términos, formar parte de lo imperecedero y equilibrar de manera armónica la magnitud de su Semana Santa Excélsior. Es el pueblo el que materializa con humildad, a través de cofradías y devotos, la estupenda figura y esencia de la Semana Santa de Medina del Campo.

Unas fechas que vienen de la mano de la alcaldesa perpetua de la villa, la Virgen de las Angustias, que dio cita a los ojos de quienes, en una abarrotada Plaza Mayor de la Hispanidad, le cantaron la Salve como pórtico tradicional de este periodo. Ojos de las generaciones futuras que bebieron del agua de la fuente de los ritos tradicionales. Es la época del fogueo de una vela que aguanta estoicamente en el farol; de la matraca o carraca; del tañido de las campanas por cristo resucitado, del sonido de los tambores y las cornetas, de la reflexión y Fe.

Por delante quedan ahora los días de mayor expectación en términos semanasanteros, como es el caso del Viernes Santo y el Domingo de Resurrección. Y así, un año más, y por primera vez con normalidad después de la pandemia -ya que en el 2022 los cofrades procesionaron con la mascarilla- la Villa de las Ferias se desprende de sus pautas habituales para sumarse a la celebración de la Semana Santa. Un hecho que hace hincapié en eso que veníamos comentando al principio de este escrito, el deseo profuso de contribuir al fondo y la forma de hacer inmortal e inmaterial el diminutivo de un pueblo: su forma de festejar sus cultos.

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La Voz de Medina y Comarca 

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