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jueves, mayo 2, 2024

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Las capeas de Medina del Campo en la obra de Tirso de Molina

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P. De la Fuente-. “Tocan dentro chirimías y trompetas como en la plaza cuando hay toros; silbos y grita”. Así arranca el primer acto de “La lealtad contra la envidia”, una obra del prolífico literato Tirso de Molina, cuyos de sobra conocidos personajes de la familia Pizarro, se desenvuelven en una trama marcada por los tópicos acerca de la Conquista española, en plenas capeas de Medina del Campo. Un coso medinense de palos que, de hecho, acaba incendiado en la obra.

La trilogía, cuyo año de publicación se estima entre 1626-1632, desglosa en su acto primero la llegada de Fernando Pizarro desde Perú a la entonces plaza de toros de palos de Medina del Campo, con el propósito hacer entrega al rey el botín obtenido. Así, mantiene una conversación con Quintanilla para darle parte de sus intenciones: «Don Alonso Quintanilla / fama pretendo, no plata»; a lo que éste responde: «Con una y otra / se adquieren blasones / y estados grandes. Ricos de fama hay en Flandes / que pobres de plata mueren (…)».

Sin embargo, la conversación, marcada por un intercambio de intereses socio-económicos,  contó con la reclamación de Quintanilla a Fernando, para disfrutar de la capea: «Gocemos ahora los toros / y aquella ventana honrad/ oiréis aplausos desde ella/ que la plaza os apercibe». No se trata de la única interrupción, dado que un acuciante incendio terminaría consumiendo la totalidad del coso taurino medinense. Con estupor, Fernando Pizarro se lamenta: «¡Válgame Dios! ¿No es aquella doña Isabel de Mercado?, ¿qué espero aquí si la adoro?» y así, queda prendado el conquistador de la joven, haciendo lo imposible para salvarla de las llamas, incluso sortea los pitones de un toro que acababa de salir de los toriles.

Dejando atrás esta ‘historia de amor’, cuyo desenlace está al alcalce de cualquier lector, puesto que se trata de una obra de apertura pública en la Biblioteca Virtual de Miguel de Cervantes, merece la pena destacar el papel de las capeas de Medina del Campo como personaje único. Así, se desprende de esta obra una extensa descripción de la idiosincrasia medinense del momento y de los detalles tradicionales que no podían faltar en una capea.
Aspectos como el aviso de la salida del toro: «Acogerse que el toril / está abierto y las trompetas / hacen señal», anunciaba desde un principio uno de los personajes de «La lealtad contra la envidia». Lo cierto es que tampoco faltaba el ‘líquido’ para hidratarse entonces, vanagloriando incluso los vinos de Medina. En una charla entre Cañizares y Obregón, el segundo pregunta al primero: «¿Hay bota?» a lo que Cañizares responde: «Con munición de Alaejos», una afirmación que no agrada al otro interlocutor en cuestión, pues lamenta: «Esa afrenta / tome Medina a su cuenta / pues solos sus vinos son / los monarcas de Castilla. / Ya sé que en fe de su vino / dicen que Baco es vecino / desta populosa villa, / mas todo lo forastero / suele ser más estimado». Esta ‘gastronómica’ capea medinense, también contó entonces con «conejo empanado y una pierna de carnero».

Es evidente, por tanto, que Tirso de Molina se empapó de las tradiciones que en esta Villa de las Ferias acontecían. Más concretamente, de unas capeas singulares y únicas, que todavía a día de hoy perviven tras los encierros tradicionales de San Antolín, que buscan y justifican en su historia una esperada y merecida distinción de Interés Turístico Internacional. De hecho, justamente este próximo martes, 18 de octubre, se conmemoran los 38 años del fallecimiento del torero José María de la Fuente “Pinturas”, un capa único en las capeas de la villa, promotor y precursor, junto a su hermano Carlos, del Primer Premio Nacional de Cortes de Novillos de la historia, siendo por ello el decano y la cuna de los cortes. Una suerte que, como muestran infinitud de documentos, prevalecía en estas Tierras de Medina en décadas pasadas, pero también presentes y plausiblemente futuras.
Y es que la actual Plaza Mayor de la Hispanidad, y las capeas celebrada en sus entrañas, ha sido objeto no solo del ya citado autor, también de otros tantos, como es el caso del popularísimo título “El Caballero de Olmedo”, de Lope de Vega[…]

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