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sábado, abril 27, 2024

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Declarado BIC con categoría de Zona Arqueológica el castro de la Mesa de Miranda-Necrópolis de la Osera, en Chamartín

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Redacción.-

Esta declaración BIC se enmarca dentro del compromiso de Legislatura de la Junta de concluir todos los procesos de declaraciones pendientes, dando resolución definitiva al expediente incoado el 24 de noviembre de 1980 por la entonces Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, a favor del Castro de la Mesa de Miranda por un lado y por otro la Necrópolis de la Osera, unificando ambos expedientes en una zona arqueológica por entender que se trata de un mismo bien, conformado por el castro, zona de hábitat compuesto por tres recintos amurallados, y la necrópolis de la Osera, que ocupa parte del tercer recinto.

La delimitación de la zona afectada por la declaración de la zona arqueológica se ha llevado a cabo atendiendo a las necesidades de protección y extensión del complejo, integrado por la zona de habitación, Castillo Cimero y Castillo Bajero, constituida por tres recintos complementarios, y la necrópolis de la Osera, que ocupa parte del tercer recinto y la zona exterior al castro por el sur y sureste.

El castro de La Mesa de Miranda – Necrópolis de la Osera es un conjunto que se localiza hacia el norte de la localidad de Chamartín, a poco más de dos kilómetros del casco urbano en Ávila. Está enclavado en la confluencia de los valles del arroyo Matapeces y el de Rihondo, constituyendo entre ellos una horquilla fluvial que favorece, con el encajamiento de los cauces, el carácter aislado por el norte, este y oeste del castro y quedando como zona de más fácil acceso el sur.

El Castro de la Mesa de Miranda pertenece al territorio del pueblo vettón, marcado por las fuentes clásicas y se relaciona con el foco constituido por los castros de Ulaca y Las Cogotas, todos ellos en un área aproximada de 300 kilómetros cuadrados. El castro se compone de dos elementos arqueológicos: la zona de habitación (Castillo Cimero y Castillo Bajero), constituida por tres recintos complementarios, y la necrópolis (La Osera), que ocupa parte del tercer recinto y la zona exterior al castro por el sur y sur-este.

La zona de habitación se compone de tres recintos amurallados con un área de total de 32,6 hectáreas. Tradicionalmente se ha dado a los tres recintos una cronología sucesiva, pero este aspecto no se ha constatado científicamente. Solo del tercer recinto hay constancia de ser el último en construirse, previsiblemente cuando ya el primero y el segundo estaban consolidados. Se entiende así porque está solamente trazado en su lado este, con apenas dos hiladas de piedras, hecho que coincide con una acción similar en el cercano castro de Ulaca (Solosancho), por lo que puede interpretarse como un hecho general ligado a la trayectoria histórica de ambos relacionado con la conquista romana o, una vez conquistados ambos, a la coyuntura generada por alguna de las dos guerras civiles que tuvieron lugar a lo largo del siglo I a.C. en las que participaron activamente los vettones.

La ocupación del castro y su necrópolis se enmarca principalmente en toda la Segunda Edad del Hierro, entre los momentos finales del siglo VI y mediados del siglo II a.C, quedando pendiente de ratificación si tras las conquistas de la zona (155-133 a.C) la población del castro permaneció hasta las Guerras Sertorianas (82-72 a. C.) de la primera guerra civil romana e incluso hasta la segunda (49-45 a. C).

Inmediatamente situada al sur de los recintos, incluyéndose parcialmente en el tercero de aquellos, sobre una explanada muy bien definida, se localiza la necrópolis de la Osera, denominación que hace referencia al abundante hallazgo de restos óseos. Las excavaciones realizadas por Juan Cabré en la primera parte del siglo XX permitieron identificar unas 2.230 tumbas de incineración, probablemente la necrópolis completa.

Los vettones incineraban a sus muertos en piras, enterrando después sus cenizas en una urna o simplemente en un hoyo excavado en la tierra.

En la Osera, Cabré distinguió seis zonas distintas de enterramiento separadas entre sí, pero próximas, presididas por una piedra hincada sobresaliente que señalizaba ostensiblemente cada una de ellas. En algunas tumbas comparecen bocados de caballo, tijeras, navajas, fíbulas, anillos y adornos.

La superposición espacial y cronológica del hábitat, la complejidad constructiva de los elementos que componen los recintos, la extensión del castro y las características excepcionales de la necrópolis vettona, hacen del Castro de la Mesa de Miranda-Necrópolis de la Osera un lugar excepcional en el patrimonio cultural de Castilla y León.

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