El auge del turismo frenético plantea un dilema: ¿realmente disfrutamos nuestras vacaciones o nos vemos arrastrados por la vorágine de actividades? La tendencia de llenar nuestro tiempo de descanso con agendas repletas de experiencias, visitas y comparticiones en redes sociales está convirtiendo lo que debería ser un periodo de relax en otra etapa de estrés.
El experto en turismo Pablo Díaz señala que, si bien siempre ha existido cierta tendencia a exhibir nuestras experiencias de viaje, la tecnología y las redes sociales han exacerbado este fenómeno. El miedo a perderse algo (FOMO, por sus siglas en inglés) o el temor a no exhibir nada (FOEN) son algunos de los factores que alimentan este comportamiento.
Pero, ¿por qué nos cuesta tanto desconectar durante las vacaciones? La profesora Sylvie Pérez destaca que vivimos en un constante intento por controlarlo todo, incluso nuestras propias vacaciones. Este afán de control genera, paradójicamente, más estrés. Además, nos cuesta disfrutar del proceso de hacer turismo, centrándonos únicamente en el resultado final y en la necesidad de demostrarlo a los demás.
El perfil del turista frenético ya no se limita a ciertos grupos demográficos, sino que se ha extendido a todas las poblaciones, especialmente entre los millennials. Sin embargo, también ha surgido un nicho de turismo «slow» y desconectado, que busca precisamente huir de esta vorágine.
Para contrarrestar este fenómeno, Pérez aconseja planificar solo aquello que realmente nos ilusione visitar y dejar espacio para la improvisación y el disfrute del momento. Es importante también planificar la vuelta para evitar el choque brusco con la rutina diaria.
En definitiva, el turismo frenético plantea interrogantes sobre la verdadera naturaleza de nuestras vacaciones y nos invita a reflexionar sobre cómo queremos vivir esta experiencia tan esperada cada año.
