Al margen: ¿Volveremos a mojar el churro?

Cuenta la leyenda que, a finales del siglo pasado, en una noche de tormenta, se oyó una voz que salía del cine Olimpia y rebotaba en la fachada de la churrería Los Jardines, provocando un eco que muy pocos pudieron escuchar por coincidir con un trueno ensordecedor que acompañaba a su relámpago correspondiente. Esa voz del Olimpia le decía a la churrería: “Como te ves, me vi. Como me ves, te verás. Seguirás estando aquí, pero la actividad perderás”. Pocos años después se cumplió el mensaje y ahora el Ayuntamiento quiere deshacer el maleficio sacando a subasta la churrería (que no el Olimpia) y recuperar el ambiente de aquellos años en los que nada sabíamos de pandemias, de mascarillas, de amnistías… La churrería era nuestro after hour incluso antes de conocer dicha expresión inglesa. Allí acudíamos como ríos, que van a dar a la mar y sin dormir. Allí, con escaso señorío, a cantar y consumir. Agotaban sus caudales, tanto chicas como chicos, pandas y sueltos pares, por igual embriagaditos. Pero no solo los sábados por la noche tenían lugar aquellas tumultuosas reuniones en las que mojar el churro era más literal de lo que hubiéramos deseado. También era punto de encuentro de otros personajes, menos crápulas, que madrugaban para ir a trabajar a diario. Y había otras fechas en las que aquel local bullía con el trasiego de legañosos que venían de rebozarse en los sacos de paja de la peña y compartían espacio con recién duchados a los que se les preguntaba si había sitio en el coche, la tarraña, el remolque o cualquier vehículo que nos llevase a las nubes. A esas nubes de polvo que tragábamos voluntariamente (a pesar del eventual pañuelito) cuando brincábamos por los barbechos del recorrido del encierro. Eran buenos tiempos, pero pensábamos que podían mejorar. Ahora sabemos que la teoría del eterno retorno (Nietzsche) no siempre se cumple, salvo que también vuelvan a abrir el cine Olimpia.

Rodrigo V.