Al margen
Una vez guardados en la caja de la memoria “los novillos vienen, los novillos van” y antes de sacar de otra caja los adornos navideños (o los de Halloween si ya has sucumbido a ello), esta semana toca “las ovejas vienen, las ovejas van”. Imagen que nos traslada a tiempos pretéritos como los coches clásicos que ya estarán reunidos y colocados en la Plaza Mayor para deleite de algunos y asombro de otros. Tiempos pasados en los que había libertad para los coches sin cinturón, sin GPS, sin radares que te coaccionan a ir al mismo paso que las ovejas, que también eran libres y podían ir por las calles de las ciudades a su antojo, guiadas por pastores que viajaban a pie más que algunos en aquellos coches. Tiempos en los que podías hacer el amor en un Simca 1000 (o intentarlo) tras decirle a tu chica: “Vamos al pinar y te violo”. Y ella se reía y contestaba: “A ver si te violo yo a ti antes”.
Pero eso ya no se puede decir porque lo mismo pasa alguien por la calle, lo oye y nos denuncia a los dos. Alguien que no tiene nada que ver ni le importa, pero se erige como juez de una situación que desconoce. Eso les ha pasado a los chavales de un colegio mayor que montaban un numerito desde hace años para las expectantes chicas asomadas a las ventanas del colegio de enfrente. Pero este año alguien ajeno al evento ha decidido que eso no está bien a pesar de que las chicas se lo tomen a risa y manifiesten “no nos sentimos ofendidas”. Se acabó el numerito, se acabó la diversión y se acabó el colegio mayor para el vociferante telonero de la subida de persianas.
Una vez más gana el que no sabe. Igual que atacan a los taurinos los que no han pisado en su puta vida una dehesa, igual que atacan a los polvorones “El Toro” los que no saben lo que es un buen polvorón, igual que montan las guerras en los despachos los que no van nunca al frente a jugarse la vida…
¿Qué sociedad es ésta en la que hacemos más caso al más tonto?
Rodrigo V.
Totalmente de acuerdo contigo; es más, les diría a la mayoría de animalistas (muchos de los cuales cuidan más a sus mascotas que a sus padres) y ya que los equiparan con las personas, que ningún animal nació para ser mascota de nadie y menos para ir con un collar atado a una correa