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jueves, marzo 28, 2024

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La gran renuncia: cuando los trabajadores dimiten por la precariedad laboral

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Redacción.-

El año 2021 será recordado como aquel en que la primera pandemia del siglo xxi arrasó a escala planetaria. Los efectos del SARS-CoV-2 se han dejado sentir tanto en la salud de la población mundial como en la economía mundial. Es más, se podría afirmar que las consecuencias en la actividad industrial y empresarial no han hecho más que empezar. Tras el «frenazo en seco» que supuso el confinamiento de la gran mayoría de los habitantes del planeta, se produjo el cierre inmediato de millones de empresas en todo el mundo, lo que provocó el despido de sus trabajadores. En este escenario, marcado por la falta de oportunidades laborales, la fuerza laboral estadounidense sorprendió al mundo protagonizando una reacción inesperada. Cuando el mundo entero se aferraba con uñas y dientes a su puesto de trabajo, los estadounidenses abandonaban sus empleos de forma voluntaria.

El triunfo de la salud mental frente a la carrera profesional
¿Qué es lo que desde hace unos meses mueve a los estadounidenses a dar un giro de 180 grados a sus vidas? ¿Cómo se explica que dejen sus puestos de trabajo en plena crisis económica? Las cifras registradas no tienen parangón. En una población de 331 millones de habitantes, en septiembre del año pasado 4,4 millones se sumaron a la «gran renuncia», un dato jamás visto desde que se registra este tipo de información hace dos décadas.

Este fenómeno, acuñado por Anthony Klotz, profesor de gestión en la Texas A&M University, como la «gran renuncia» («the Great Resignation», en inglés), es visto por Manel Fernández Jaria, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, como el «gran cambio». «Las personas renuncian a sus trabajos para conseguir otros mejores», asegura el experto, quien opina que «la pandemia nos ha hecho, en muchos casos, reflexionar sobre el tipo de vida que deseamos tener y valorar las cosas que son realmente importantes, de esto no hay ninguna duda».

La pandemia nos ha obligado a parar, algo que de otro modo jamás hubiéramos hecho. Y este tiempo de reflexión es el que ha propiciado la aparición de este fenómeno. Muchas personas han decidido «liderar sus vidas y tomar decisiones más coherentes con sus prioridades vitales», apunta Fernández Jaria.

En este sentido, Pere Vidal, abogado laboralista y profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política en la UOC, destaca que la OMS ha reconocido recientemente el síndrome del burnout (el desgaste profesional) como un problema de salud relacionado con el trabajo. «Se trata de un fenómeno que puede parecernos reciente, pero lo cierto es que tenemos sentencias del siglo pasado que ya trataban el ‘síndrome del quemado’ como una contingencia de origen laboral. Por ejemplo, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, en sentencia de 2 de noviembre de 1999, calificó como accidente de trabajo las dolencias de quien presentaba el llamado ‘síndrome del quemado’ por razón de su trabajo», apunta.

El sistema laboral vive un punto de inflexión
Parece que la confluencia de dos factores, la pandemia y un colectivo de la población harto de las malas condiciones laborales, ha favorecido la aparición de este fenómeno social. Es decir, una fuerza laboral «quemada» junto a un tiempo de reflexión inesperado han sido las principales claves que explican lo sucedido. Al menos, así lo cree el profesor Manel Fernández Jaria, quien afirma que «las claves para entender este proceso hay que buscarlas, en primer lugar, en las condiciones laborales (largas jornadas de trabajo, importantes desplazamientos, dificultad para conciliar la vida personal y profesional, dedicar las mejores horas del día al trabajo, los salarios precarios…). Esta situación de ‘rueda de hámster’ combinada con la pandemia nos ha permitido pensar sobre el valor del trabajo en nuestras vidas, y los trabajadores han empezado a cuestionar el modelo». Y añade: «Estamos ante un agotamiento del sistema laboral y tenemos la gran oportunidad de cambiarlo. Hasta ahora las personas que no estaban bien con su trabajo realizaban un ‘despido interior’ (burnout); ahora directamente se van».

En busca de empleos que se adapten a la vida personal
Hasta ahora las empresas seleccionaban a sus trabajadores. Sin embargo, se está imponiendo la idea de que el trabajador también tiene algo que decir. Especialmente en los sectores más tecnológicos, donde los candidatos a partir de ahora «no escogerán una u otra empresa solamente en función de su nivel salarial, el cual sigue siendo un criterio concluyente; también valorarán otras variables como la posibilidad de teletrabajar o contar con horarios flexibles», asegura el abogado Pere Vidal.

Cabe destacar que un trabajo flexible, que permita un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida personal, y una mejor salud mental para los trabajadores son dos de los retos de las empresas para los próximos años. En este sentido, Manel Fernández comparte la idea de Anthony Klotz de que el trabajo deberá encajar en nuestra vida personal en lugar de que nuestra vida personal encaje en el trabajo.

A lo largo de los dos últimos años, muchos trabajadores han experimentado la flexibilidad laboral y el teletrabajo, y han descubierto los beneficios que aportan para lograr un equilibrio social y emocional. «Ahora es difícil que quieran renunciar a este nuevo modelo de vida, que en muchos casos también ha permitido cumplir con los objetivos de empresa», asegura el profesor.

En efecto, el teletrabajo, después de su arrolladora entrada en 2020, no parece que se vaya a marchar, aunque lo cierto es que la presencialidad ha vuelto a ganar terreno en las últimas semanas. Actualmente, parece que se está extendiendo un modelo híbrido en el que «las empresas tienden a reducir el espacio de trabajo y los costes asociados (alquiler de oficinas, etc.)», apunta Vidal.

La respuesta de las empresas no debería tardar
Tras el gran paso dado por los trabajadores, ahora les toca «mover ficha» a las empresas. En este sentido, el abogado Pere Vidal cree que, a partir de este momento, «las empresas deberían evitar las estructuras muy jerarquizadas y rígidas, el exceso de burocracia o la ‘burocracia profesionalizada’. También deberían fomentar la participación de los trabajadores, la formación práctica, el desarrollo profesional, recompensar a las personas trabajadoras y tener tolerancia cero con los estilos de dirección y gestión de personas inadecuados».

Todas estas directrices van encaminadas a evitar determinadas situaciones en el seno de la empresa que, según Vidal, pueden dar lugar a un incumplimiento contractual grave por parte de la empresa, de manera que el afectado podría solicitar judicialmente la resolución indemnizada de su contrato de trabajo, «además de las sanciones administrativas que pudieran imponerse a la empresa (por ejemplo, por no evaluar debidamente los factores de riesgo psicosocial), con importantes multas», advierte.

¿Un fenómeno estadounidense o global?
Es posible que la «gran renuncia» estadounidense sea, en realidad, el fin de un sistema de valores obsoleto y que, en el fondo, se esté fraguando una nueva forma de vida en la que la gente ha dejado de tener miedo al cambio. La pandemia ha hecho que la población se haya acostumbrado a vivir en la incertidumbre y que empiece a entenderla como parte de la vida. «Las nuevas generaciones siempre han vivido en la incertidumbre y no muestran debilidad ante los cambios. Por otra parte, las nuevas generaciones de profesionales muestran otras prioridades: el respeto al medio ambiente, una vida más tranquila, mejores condiciones de vida lejos de las ciudades, trabajar menos horas, retos y proyectos más interesantes, seguir aprendiendo…», asevera Fernández Jaria.

Por otro lado, los datos nos permiten hablar de la existencia de un fenómeno global. Al menos es lo que se deduce de los resultados de un estudio encargado por Microsoft, que revela que más del 40 % de la fuerza laboral global está evaluando la posibilidad de cambiar de empleador este año. Mientras, Gallup asegura que el 48 % de los empleados está buscando activamente nuevas oportunidades.

Por tanto, es posible que los estadounidenses solo hayan sido la avanzadilla, ya que expertos como Fernández Jaria aseguran que en España ya se empiezan a detectar los primeros indicios que anuncian un fenómeno similar: «Hay muchos sectores de la actividad, como la hostelería, la construcción o el transporte por carretera, en los que falta mano de obra, puesto que las condiciones no son atractivas. La ‘gran resignación’, que operaba hasta ahora, ha dado paso al ‘gran cambio’.»

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