Cofradía de Nuestra Madre Santísima de la Soledad y Virgen de la Alegría
Colaboración de José María Magro.- Cuando el portón de la Iglesia Colegiata de San Antolín se abrió, aquella madre tan solo escuchó el silencio, roto por los sones de las cornetas y tambores que anunciaban la llegada del Viernes Santo.
Hasta ese lugar en el que se encontraba ella se habían acercado un grupo de mujeres y de hombres que venían a acompañarla en su encuentro particular: su hijo había sido condenado a muerte, y no a una muerte cualquiera, sino a una muerte en cruz. ¿Era mi hijo acaso un vil asesino?, ¿había cometido un delito atroz para tener ese final en su vida? Todas estas palabras resonaban en lo más profundo de su corazón y, sin pensarlo dos veces, ella decidió que tenía que salir a la calle en busca de su hijo, al que tanto quería y amaba.
Lee el artículo completo en el especial de Semana Santa de ‘La Voz de Medina y Comarca’
