Las llagas de la violencia vicaria

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Editorial

El ser humano siempre tendrá una asignatura pendiente. En el afán de supervivencia, la muerte se erige como un reto difícil de afrontar. Y la gestión de la misma, mucho más. Ahora bien, como seres vivos, y por ende perecederos, de sobra es conocido que ese momento algún día llegará. No obstante, en el camino el vivir es lo realmente valioso. El tener la oportunidad de ir disfrutando, poco a poco, de cada una de las etapas vitales. Pero, ¿qué ocurre cuando un maremágnum de tinta negra cubre un pulcro diario de vivencias? ¿qué ocurre cuando seres antinatura pisotean las semillas que tan solo estaban comenzando a germinar? ¿qué ocurre cuando a una madre le arrebatan a sus hijas, sin poderlas volver a besar en la frente cuando las acaba de duchar?

A fecha de cierre de este periódico, la mayor de las pequeñas desaparecidas en Tenerife ha aparecido muerta en el fondo del mar. Presuntamente, su padre fue la última de las personas que estuvo con ambas, aunque ni siquiera él ni la pequeña han aparecido todavía. Un padre que jamás pudo afrontar cómo la madre de sus hijas había rehecho su vida tras separarse y que, en un ambiente social de heteropatriarcado, se veía con la capacidad suficiente de increpar tanto a su expareja como al compañero sentimental actual de la misma.

La violencia machista sigue siendo una lacra social que afecta a todos y todas de manera directa. Y es que a las cosas y los hechos se les ha de llamar por su nombre. Cuando un hombre reduce a una mujer a una posesión, objeto o mero ser existencial con capacidad inferior a la suya por el hecho de ser mujer, es violencia machista. Cuando se ridiculiza a una mujer y se asume que tiene menos capacidades, es violencia machista. Cuando se llega incluso a asumir el rol maquiavélico de que el fin justifica los medios, sopesando incluso el acabar con la vida de tus hijos solo por hacer daño a tu pareja o expareja, es violencia vicaria, llegando a deshumanizar a personas pequeñas y vulnerables que has llegado a arropar entre tus brazos.

Más cierto es todavía que un maltratador nunca será un buen padre, por mucho que las estructuras sociales nos lo hayan hecho creer así. Olivia pronto descansará en paz; Ana todavía tiene que aparecer. Mientras, una madre destrozada se pregunta por qué le han arrancado las flores de su jardín. Por qué sus seres de luz, con unas vidas que tan solo acababan de nacer, han sido apagadas con voracidad. Y mientras, la sociedad vuelve a reclamar unas políticas de igualdad que acaben con todos y cada uno de los asesinatos machistas, inhumanos y atroces y, por supuesto, una educaciónón que permita erradicar, de una vez por todas, este maldito machismo.

La Voz de Medina y Comarca