Editorial

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El pasado 23, se celebró el Día de la Comunidad, cuyos actos centrales se desarrollaron en Villalar de los Comuneros, precisamente en el mismo lugar en el que, en el año 1525, los Comuneros perdían la batalla frente a las tropas de Carlos I.
Parece anecdótico, pero los castellanoleoneses celebramos, quiérase o no, la derrota de aquellos Comuneros que intentaron articular un movimiento nacional castellano que fuera independiente de los intereses particulares de la Casa de Austria que entonces gobernaba en Castilla. Tal derrota abrió el camino a la ruina de Castilla, evidenciada a finales del siglo XVI cuando los  castellanos no pudieron soportar los excesivos impuestos exigidos por la política de altos vuelos que llevaba a cabo la casa de Austria. 
Es de evidenciar que el movimiento comunero, al margen de los que digan algunos historiadores, nació por y para la defensa de una nobleza castellana de segundo orden que no estaba dispuesta a permitir el fin de sus privilegios y que terminaría, a la postre, claudicando ante un cambio de dinastía ya cantado -los Trastamara por los Austria -, facilitando así lo que posteriormente se denominaría la Unidad de España, previas invasiones y supresión de privilegios, por parte de la Casa reinante en Cataluña, Aragón e incluso en la levantisca Andalucía, sacrificando por todo ello la unidad total de la Península Ibérica, al tener que renunciar a ka corona de Portugal porque tantas guerras intestinas e imperiales en el exterior  eran insostenibles a largo plazo.
Los errores cometidos a lo largo de los siglos, que permitieron la conformación de la sentencia que asegura que “España es Castilla y lo demás tierra de conquista”, basada en la triste realidad de la sangría humana y económica de una Castilla que nunca más llegó a levantar cabeza, situándose a la cola de las antes llamadas regiones y hoy, tas haber aumentado sus competencias de autogobierno, Comunidades Autónomas.
En unos tiempos en los que, según unos, España se rompe, y en los que, según otros, la unidad se potencia al ser todas y cada una de las Comunidades que la componen esencia del propio Estado, se celebró la Fiesta de la Comunidad, en unos años en los que si algo brilla por su ausencia es el sentimiento autonomista de los castellanos, en cuyas ciudades, salvo el caso de la levantisca León, los partidos políticos de carácter nacionalista no llegan a obtener más resultado que una mínima presencia en las instituciones. Y es algún partido político se encargó en su día de desprestigiar la Fiesta de la Comunidad para tener en Castilla su granero de votos electorales para gobernar la Nación.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA