EDITORIAL

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Semana Santa

 

La Semana Santa, cuyos actos litúrgicos y procesionales se desarrollan estos días, está configurada, en principio, por siete jornadas que han de dedicarse a la oración y al recogimiento. Esta ha sido la máxima de la España tradicional y de la zona en la que todos vivimos, aunque en los últimos años tal es la diáspora de ciudadanos que toman vacaciones en estos días que la Semana Santa parece haberse convertido en un evento en el que sólo participan los cofrades de las Hermandades y los turistas que vienen atraídos a nuestros pueblos por la espléndida imaginería de que disponen los mismos y que se enseñorea y luce con luz propia por calles y plazas con motivo de los actos procesionales. 

 

Atrás quedan los años en los que el juego de las chapas y otros entretenimientos de azar celebrados en casinos y en sitios diversos eran la única nota discordante con el espíritu de la Semana Santa.

 

Pero a pesar de todo hay determinados actos propios de la Semana Santa que despiertan el fervor entre propios y extraños y que es necesario resaltar por la trascendencia que los mismos tienen y el predicamento de que disfrutan entre la ciudadanía.

 

Si hablamos de Medina hay que resaltar, además del desfile procesional de la Alcaldesa Perpetua de la villa, Nuestra Señora de las Angustias, y de la Procesión del Viernes, la del Santo Entierro, hoy denominada del Silencio, los Rosarios de Penitencia, que, por su desnudez y piedad, son los actos de mayor recogimiento y de más puro espíritu “semanasantero” que puedan existir.

 

Si nos desplazamos a Nava del Rey el acto estrella, nadie lo dude, es el Lavatorio, Crucifixión y Descendimiento de Cristo, que deja constancia, al margen de la espléndida imaginería de que pueda disponer la ciudad, de la impronta que dejara siglos atrás la Orden Tercera Franciscana, que también dejó sus huellas en la Ciudad del Caballero, cuyo Cristo Yacente es gloria de los desfiles procesionales.

 

Por su parte, Fresno El Viejo dispone también de una espléndida imaginería en la que figuran tallas articuladas de Gregorio Fernández y de una procesión denominada “A la carrera”, que son poco conocidas, ya que las glorias son para el Vía Crucis en vivo, que en la tarde del Jueves Santo hace que toda la población se implique en esta escenificación de la Pasión de Cristo.

 

Por su lado, la Villa de Tordesillas ofrece también una imaginería espléndida y reconocida, en este caso por la Declaración de Interés Turístico Regional.

 

LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA