Al Margen – La calva de Medina

Medina debe de estar quedándose calva porque una de las frases que más se han escuchado estos días es lo de arreglar las entradas de Medina, que tiene muchas. Obviamente, no se trata de buscar una oferta de una clínica capilar turca, sino de intentar que el acceso a la villa sea más agradable, más vistoso, que parezca un sitio interesante y apetezca a los visitantes quedarse un rato. Algo así como poner una casita de chocolate y dulces variados en cada acceso para que los Hansel y Gretel que se aproximen tengan la curiosidad y el anhelo de acercarse a probar nuestros ricos sabores. A mí me pasó algo similar cuando estuve de vacaciones en Gerona, hace años, cuando no había teléfonos móviles que te dijesen los sitios de interés. En un folleto vi una foto de Castellfollit de la Roca y se me antojó ir a conocer dicho pueblo. Según me acercaba a aquel escarpado lugar por sinuosas carreteras, la única radio que se podía escuchar repetía insistentemente un anuncio de “Cal Enric”. Como ya entonces trabajaba en publicidad, decidí valorar el esfuerzo económico de esa pastelería y entré a ver qué tenían. Salí con un montón de cajitas de pastas y chocolates variados para regalar a mi familia, aunque algunas no llegaron a Medina. Muy rico todo.

Y ese es el caso. No basta con arreglar las estradas. Hay que tener algo que incite a entrar en la villa, pero también hay que tener algo que merezca la pena llevarse: algún buen producto, algún buen recuerdo, facilidad para aparcar el coche, gente amable que trate bien al turista accidental para que vuelva…

Muchos deberes tenemos que hacer y es una tarea que llevamos años intentado, pero no conseguimos tener los suficientes atractivos que nos hagan interesantes o, mejor aún, imprescindibles para los viajeros que pasan por las carreteras que nos rodean o aparecen en las estaciones de tren. Tenemos que crear nuestra ensaimada mallorquina o nuestras pastas de Cal Enric o lo que sea. Pero algo.

Rodrigo V.