Hace unos meses me envió un amigo una poesía sobre Medina y me preguntó:
– ¿Qué te parece?
– ¿La has escrito tú?
– No.
– ¿Algún amigo o pariente?
– Tampoco. Puedes criticarla abiertamente.
– Menos mal, porque es muy sosa, no me dice nada. Parece de un alumno de la ESO para sacar un cinco raspado. Quizás medio punto más por no cometer faltas de ortografía.
– Está hecha con “Inteligencia Artificial”. Tú le das unos datos y ella te lo hace. También te puede valer para hacer las cuñas de radio, solo tienes que poner el nombre de la empresa y sus ofertas y mira, inmediatamente te da un texto.
– Increíble. Llevo más de 30 años haciendo cuñas y nunca jamás hubiera parido un texto así de simplón y de cutre. Ni siquiera cuando era novato. Eso no vende. Es como el tofu, no sabe a nada pero te sirve para sustituir algo más rico y no morir de hambre.
– A propósito de comidas y cosas artificiales, ya hay impresoras 3D que imprimen carne y pescado. Dentro de nada, llegarás a un restaurante y cuando le preguntes al camarero “¿qué me recomienda?”, te contestará un robot: “le puedo imprimir un chuletón de wayu al punto de tóner, una lubina salvaje en varios colores o una pierna de canguro que nos acaba de llegar online desde Australia”.
– Llámame antiguo, pero prefiero la comida tradicional y seguir escribiendo los textos de las cuñas juntando las ideas de mi cliente con las mías. Y leer libros escritos por personas humanas. Quevedo, Lope, Cervantes, Cela, Valle Inclán y todos los que dedicaron horas al noble arte de la escritura estarían horrorizados con semejante artimaña juntaletras.
Las cosas artificiales están muy bien para suplir algunas carencias, por ejemplo, si te falta un brazo, te pueden poner uno artificial, pero si dependes de la “inteligencia artificial” quizás lo que te falta no es solo un brazo.
Rodrigo V.
