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Jill Jameson: «Más de 1.300 millones de estudiantes en todo el mundo han tenido que cambiar sus hábitos y métodos de aprendizaje»

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Redacción.-

Jill Jameson, profesora de Educación y directora del Centro de Liderazgo y Empresa de la Universidad de Greenwich

El pasado 17 de noviembre, la UOC organizó el Seminario Internacional 2022 de la Cátedra UNESCO de Educación y Tecnología para el Cambio Social. El acto estuvo moderado por Albert Sangrà, director académico de dicha cátedra y catedrático de Educación de la UOC. El tema que se abordó fue el liderazgo en educación digital y contó con la presencia de una de las mayores expertas en esta materia, Jill Jameson, profesora de Educación y directora del Centro de Liderazgo y Empresa de la Facultad de Educación, Salud y Ciencias Humanas de la Universidad de Greenwich. Junto con Françoise Chevalier y Deborah Arnold, Jameson analizó los desafíos a los que se enfrenta la educación digital tras el impacto que, a escala global, ha supuesto la pandemia y el posterior retroceso.

¿Cómo afectó la pandemia a la educación superior?

Se produjo una expansión masiva y muy rápida del aprendizaje, el trabajo y la administración en línea, que afectó a más de 1.300 millones de estudiantes en todo el mundo, según el Foro Económico Mundial. Esta transformación supuso una sustitución inmediata de la enseñanza física por la oferta en línea, lo que tuvo consecuencias positivas, pero también negativas.

¿Qué consecuencias positivas destacaría?

La enseñanza superior está ahora más preparada para liderar y admitir oportunidades digitales flexibles en el aprendizaje y el trabajo. También hubo una mejora de las comunicaciones en línea y una mayor concienciación respecto a la importancia de apoyar el bienestar y favorecer el equilibrio entre el mundo laboral y la vida familiar. Muchas instituciones de la enseñanza superior demostraron una impresionante capacidad para adaptarse a las necesidades urgentes.

¿Y en cuanto a las negativas?

La gran pérdida en el compromiso, el aprendizaje y la vida social de los estudiantes cuando la educación digital no pudo satisfacer sus necesidades. Aumentaron la soledad, la brecha digital y los problemas de salud mental. También se generó una sobrecarga, tanto en el personal académico como entre los estudiantes, por la exigencia de trabajar 24 horas al día y por la dificultad de marcar unos límites claros entre la vida laboral o de estudio y el hogar. Algunas de las características negativas se destacan en un informe de la Economist Intelligence Unit.

¿Se ha originado una pérdida de interés por la educación digital después de la pandemia?

Sí, creo que se ha producido una reacción y una vuelta a los modelos tradicionales y a la educación presencial. Muchos gobiernos e instituciones, conscientes de la importante inversión que realizan en los campus y de las tasas que pagan los estudiantes, insistieron en que se volviera a trabajar a tiempo completo y lo antes posible en las aulas. La gran mayoría de los estudiantes esperan algún tipo de aprendizaje en línea tras la pandemia, aunque en algunos casos pueden preferir el aprendizaje presencial. Como puso de manifiesto un artículo publicado en Educause Review, muchas instituciones e individuos no soportaron bien una educación cien por cien en línea.

¿Qué líneas de investigación le parecen más interesantes dentro de la educación digital?

Personalmente, me interesa sobre todo el liderazgo digital, aunque he investigado sobre las brechas digitales, que me parecen un ámbito muy importante. También me importa la tecnología educativa crítica, que emplea un enfoque escéptico y pragmático del concepto de transformación digital. Por último, me atraen mucho las teorías de la tecnología educativa en relación con la teoría del aprendizaje y la gestión eficaz de los procesos de cambio.

¿Qué cambios cree que veremos en estas áreas en los próximos años?

Un informe del Foro Económico Mundial de 2020, con la opinión de 27.500 personas procedentes de 29 países, indicó que el 72 % consideraba que en cinco años la educación superior se realizaría en línea, al menos, en la misma medida que de forma presencial. Yo pienso que la transformación digital que se produjo durante la pandemia ha alterado permanentemente la enseñanza superior y ahora se espera que la enseñanza digital flexible —aquella que mezcla el aprendizaje en línea y el presencial— forme parte de casi toda la oferta institucional. Esto requiere liderazgo digital en todos los ámbitos.

Acaba de mencionar el liderazgo digital o e-leadership, un tema en el que es experta. ¿Cómo lo definiría?

En un reciente artículo escrito con otros autores, debatimos este tema en profundidad y damos una posible definición del e-leadership como el uso eficaz de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) para alcanzar los fines marcados por las instituciones de educación superior. Sin embargo, consideramos que este concepto de e-leadership es una versión anterior y más limitada del liderazgo digital, que supone mucho más que el uso eficaz de las TIC e implica el liderazgo total de la institución en sus procesos de transformación digital.

¿Cómo valora el seminario de la Cátedra UNESCO de Educación y Tecnología para el Cambio Social en el que participó?

Me pareció un acto excelente. Creo que se trata de una cuestión importante, especialmente en el contexto de la rápida expansión del aprendizaje digital que se ha producido durante la pandemia.

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