– Hola, vengo a…
– Ya lo sé. Pasa, pasa…
Esta breve conversación entre un individuo y una cajera de supermercado ocurría a finales de los 80 del siglo pasado. Mi curiosidad me llevó a preguntar a la cajera: ¿Quién es ese hombre? Y ella me dijo que era “el espía” de un supermercado de la competencia que venía a comparar y tomar nota de los precios. Aquello me pareció sorprendente, pero resulta que ahora, 40 años más tarde, le han puesto un nombre en inglés (benchmarking) y es una “novedosa” herramienta para mejorar la competitividad de las empresas.
Otra herramienta “moderna” para mejorar la experiencia del cliente en el comercio es el neuromarketing, que consiste en “la aplicación de técnicas pertenecientes a las neurociencias, analizando los niveles de emoción, atención y memoria evocados por estímulos en contextos de mercadotecnia o publicidad, como son anuncios, productos o experiencias, utilizando mediciones psicofisiológicas periféricas y centrales (actividad cerebral, ritmo cardíaco, respuesta galvánica de la piel…)”.
Después de semejante definición, podría parecer que vas a entrar en una tienda y te van a poner una docena de electrodos (como en el hospital para hacerte un electrocardiograma) y así comprobar el grado de aceptación que tienes hacia sus productos. Pero luego sigues investigando un poco y resulta que no es tan grave, que simplemente ponen cámaras para ver lo que haces cuando miras el escaparate y cuando te mueves por la tienda. Todo muy moderno, ya ves.
Y ahora perdóname, pero tengo que dejarte para hacer neuromarketing. Concretamente unos anuncios de radio. Luego se los envío a los clientes y, en función de su respuesta galvánica de la piel, los emitimos o los cambiamos por otros que estimulen más sus ritmos cardiacos.
Rodrigo V.
