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jueves, abril 25, 2024

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Pedir perdón, la asignatura pendiente del terrorismo

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EDITORIAL

Esto de la pandemia ha modificado todo. Y aunque parezca que se nos haya olvidado la ‘antigua’ normalidad, nada queda más lejos la realidad. Son muchos los que todavía sienten el frescor de un vaso congelado del que la espuma de una buena caña no deja de brotar. Aquellos flashazos de las primeras cámaras compactas que permitían quedar bajo foto algún recuerdo de una buena noche de fiesta e incluso a día de hoy se siguen recordando las letras de las canciones que marcaron aquellos maravillosos años.

Lo cierto es que el tiempo ha pasado pero, de lo que no hay lugar a duda, es de que hay quienes jamás podrán volver a recordarlo. Aquellas personas que fueron señaladas, ‘ajusticiadas’ y sentenciadas a golpe de tiro en la nuca. Recuerdos que hoy heredan sus familiares, que huelen a pólvora, a temor por guardar bajo el coche una bomba; un viaje a efecto de fotogramas que se entremezcla con recortes de periódico en el que destacan imágenes de niños tendidos en el suelo, madres heridas y hombres envueltos en un manto de lágrimas de desquicio.

Y es que esto de los recuerdos es algo muy relativo. Tanto que, para lo que algunos es una evidencia, para otros se desploma como el polvo que dejó la bomba de Hipercor. El pasado 2020, una encuesta de GAD3 aseveraba que el 95% de los españoles desconoce el número de víctimas de ETA y el 60% de los jóvenes españoles no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco. El estudio evidenciaba, además, la necesidad de profundizar en la historia de la banda terrorista, en concreto entre los jóvenes, donde el 68% de los menores de 35 años reconoce no haberla estudiado en el colegio o en la Universidad.

Y con este escenario «tan bonito» que nos está dejando el siglo, es muy difícil explicar a las nuevas generaciones lo que es levantarse con bombas y muertos cada día. Y, a la postre, vemos como España sigue permitiendo rendir homenajes a personas vinculadas a la banda. Sí, se puede perdonar, pero el olvido no es buen consejero; como tampoco lo fue con la Guerra Civil, que han tenido que pasar 80 años para comenzar a saber una ínfima parte del denso relato.

El dolor no se depura con sentimentalismos. Se erradica con perdón, justicia, igualdad y humanidad. Hoy están en el poder. Y son muchos los que les han elevado hasta ahí. Pero, si hay algo meridianamente claro es que para ser un hombre de paz, el primer paso es un perdón rotundo, firme y global que nos haga olvidar los años de pólvora, chantajes y lucha armada.

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