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sábado, abril 20, 2024

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Polarizaci?n de opiniones: Por qu? las manifestaciones pueden llevarnos a la fractura de la cooperaci?n social

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Redacción.-

? La cuerda se tensa porque estamos dispuestos a cooperar y sacrificarnos
durante un tiempo y por algunas razones, pero esta capacidad no es eterna
? Se avecina una nueva crisis, en esta ocasi?n de convivencia: Cinco
habilidades interpersonales para que la convivencia no se convierta en un
caos.

El debate entre cooperaci?n e individualismo,
entre la primac?a del inter?s del grupo sobre el inter?s del individuo a la hora de
gestionar la vida en sociedad cobra especial relevancia por las manifestaciones
que se están sucediendo estos días en las principales ciudades españolas. En
situaciones de normalidad, la tensi?n entre lo colectivo y lo particular suele
solucionarse de manera más o menos civilizada. Sin embargo, en situaciones
de emergencias puntuales o crisis prolongadas, como la causada por la
COVID19, la cuerda vuelve a tensarse. En el peor escenario puede
desarrollarse una grave crisis de convivencia que se sumar?a a la sanitaria y
econ?mica.
Esta tensi?n entre respetar las libertades e intereses individuales y conseguir
que estos no generen un daño al gran grupo ha estado muy presente durante
el confinamiento y tambi?n durante la desescalada. Cualquier ciudadano de
manera individual puede llevar a cabo determinadas actividades de cualquier
manera y a cualquier hora sin que eso suponga un riesgo para s? mismo. Sin
embargo, resulta que se tienen que llevar a cabo de manera compartida con
cientos o miles de personas y eso, en situaciones de emergencia sanitaria, es
un foco de tensi?n.

Entre las situaciones más tensas, ahora cobra especial relevancia las continuas
manifestaciones que reclaman el fin del confinamiento y acusan al gobierno de
recortar sus libertades de manera innecesaria. Se trata de un fen?meno
pol?mico a nivel de convivencia porque moviliza la discrepancia de opiniones,
abriendo una puerta a la agresividad, lo cual siempre es peligroso. Es sano
para una sociedad democr?tica que existan opiniones diferentes respecto al
gobierno y su gesti?n, y tambi?n es saludable que esas cr?ticas se expresen.
Sin embargo, el modo en el que se llevan a cabo ? sin respetar la distancia
interpersonal recomendada- no se ajusta a las normas sanitarias actualmente
implantadas y de ah? puede surgir una gran crisis de convivencia.
?Por qu? nos manifestamos?
Tan espont?neamente puede surgirnos el deseo de cooperar, esperar o
sacrificarnos, porque no podemos negar que cooperar es tremendamente ?til y
adaptativo, como el impulso de ser ego?stas y perseguir nuestra propia
satisfacci?n sin medir bien las consecuencias que eso puede tener para otros o
para nosotros mismos.
La cuerda se tensa porque estamos dispuestos a cooperar y sacrificarnos
durante un tiempo y por algunas razones, pero esta capacidad no es eterna:
bien porque nos cansamos, bien porque no obtenemos un refuerzo positivo lo
suficientemente potente y r?pido (no siempre es f?cil ver la utilidad concreta de
nuestros sacrificios) o bien porque decidimos deliberadamente poner nuestros
intereses individuales por encima del beneficio com?n. En lugar de la
cooperaci?n, prima entonces el ego?smo. En lugar de contenci?n, reparto y
espera, domina la voracidad.
Nos gustar?a pensar que los seres humanos somos espont?neamente
cooperativos y prosociales, que este tipo de actitudes nos surgen por
naturaleza. El problema es que no está tan claro que seamos as?. Más a
menudo de lo que nos gusta reconocer, colaboramos con los demás si? ? ? ? ? ? ? encontramos un beneficio suficiente (o si se nos obliga a ello con la suficiente
fuerza), de modo que si esto no ocurre, volvemos la mirada a nuestro ombligo,
con el objetivo de sobrevivir nosotros. Es el famoso ?s?lvese quien pueda? de
los momentos de crisis.
?Por qu? criticamos a quien se manifiesta?
Siendo las manifestaciones agresivas transgresiones de las recomendaciones
sanitarias, aparecen en nuestra mente como un ataque que despierta la
hostilidad de sus espectadores.
Quienes sacrifican sus necesidades individuales de manera provisional por el
bien del grupo ven con estupor, enfado e intranquilidad el comportamiento de
sus vecinos. Principalmente porque a nadie le gusta sacrificarse el doble para
que el de al lado no se sacrifique nada, y porque observar estas
manifestaciones genera una gran sensaci?n de indignaci?n que, si no se
controla adecuadamente, puede multiplicar la agresividad social y la decisi?n
final de que todos nos entreguemos al caos, es decir, al individualismo.
Las consecuencias de las manifestaciones: la fractura de la cooperaci?n
social
Al ser las manifestaciones conductas de riesgo evidente para la salud colectiva,
fracturan enormemente los principios de cooperaci?n social, que son siempre
imprescindibles en una crisis como la que vivimos.
Este desencuentro social es, por tanto, una consecuencia de tener opiniones
muy polarizadas sobre un mismo tema, es decir, muy diferentes entre s?.
Tambi?n de la manera de expresarlas. Tal y como se está produciendo en
Españaña, es muy arriesgado que una gran parte de la población perciba como
injustas y reprochables las conductas de otra parte de la población y que,
adem?s, perciba que esa manera de actuar perjudica a todos, tambi?n a? ? ? ? ? ? ? ? ? ? quienes no participan de ello. Es decir, que se perciba la protesta ajena como
algo que se impone a otro.
El desencuentro tiene que ver con la falta de empat?a de un sector de la
población, es decir, con su incapacidad o su negativa a percibir las
necesidades y opiniones del otro, sino solo las propias, y por tanto, no darles
importancia. De ah? las actitudes autoritarias e impositivas, tan estudiadas en
psicolog?a social, que son lo contrario de la asertividad. Tambi?n de ah? las
conductas antisociales e, incluso, sociop?ticas: aquellas que son
expl?citamente agresivas y perjudiciales para propios y ajenos y además se
llevan a cabo de manera deliberada porque lo que prima es el inter?s individual
sin importar las consecuencias para otros.
Crisis de convivencia
Seg?n avancemos en las fases de la desescalada es posible que aumenten
ciertos conflictos que llamar?amos ?de convivencia? y que son fruto del ego?smo
personal, de la falta de contenci?n a la hora de reincorporarnos a la normalidad
y disfrutar de ella. Tambi?n de lo dif?cil que es, en general, vivir una normalidad
que no es normal sino que está llena de precauciones, prevenciones, normas
cuya eficacia solo podemos comprobar a largo plazo y en las que demasiada
gente conf?a demasiado poco, etc.
Toda esta incomodidad requiere ser contrarrestada con ciertas cualidades
personales y tambi?n habilidades interpersonales para que la convivencia no
se convierta en un caos. Se trata del civismo, más necesario que nunca en la
situación actual, para a la crisis sanitaria y econ?mica no se sume la de la
convivencia.
Para contribuir a frenar a esa crisis de convivencia, los psic?logos de ifeel
recomiendan:

1. Paciencia. Entendida como la capacidad para entender que mis ritmos no
tienen por qu? ser los ritmos de la persona de enfrente, o de mi pa?s. Es
decir, la capacidad para esperar sin desgastarme excesivamente.

2. Actitud prosocial. Simpat?a, amabilidad, cortes?a, indulgencia,
generosidad, organizaci?n? Son cualidades personales que act?an como
pegamento social, contribuyen a que los afectos no se fragmenten e
incluso a generar v?nculos y alianzas donde no los hay.
3. Sentido cr?tico y anal?tico. Diferenciar las emociones de sus expresiones:
por ejemplo, no es lo mismo estar indignado con la actuaci?n de alguien
(emoción) que insultarle (expresar la emoción). Diferenciar lo leg?timo de lo
legal: por ejemplo, es leg?timo querer protestar contra un gobierno pero no
es legal organizar cualquier tipo de manifestación.? Diferenciar el todo de
sus partes: estar de acuerdo con ciertas medidas no implica aprobarlas
todas, igual que aprobar una no implica criticarlas todas.
4. Escucha activa: vociferar, protestar, despotricar es muy f?cil y adem?s
resulta agradable porque nos activa y nos carga de razones. Tambi?n nos
da un objetivo en tiempos de desorientaci?n: encuentro una causa, en este
caso combatir aquello contra lo que discrepo, y dirigirme a ella me aporta
un prop?sito. Sin embargo, convivir tambi?n es ceder, compartir y escuchar
anal?ticamente al otro, haciendo un esfuerzo por entender el porqu? de su
descontento -aunque yo crea que no tiene razones reales para ello- y
diferenciando las diferentes partes de lo que expresa. Para escuchar
activamente hay que poner atenci?n y guardar silencio. Mientras hablo -o
grito- no escucho.
5. Reforzar las causas comunes, no las causas opuestas. La causa
com?n número es retomar cuanto antes el mayor grado de ?antigua
normalidad? posible. Discrepamos en los m?todos que nos llevarón a ello,
pero mientras recordemos que la meta es compartida habr? una posibilidad

para la cooperaci?n. Y para cooperar es necesario entenderse, del mismo
modo que para entenderse es necesario escucharse.? Retomar la
normalidad a base de competici?n y enfrentamiento puede llegar a ser un
medio eficaz, pero no eficiente porque por el camino puede haberse llevado
demasiadas cosas por delante. Esto vale para decidir si protesto o no
porque no puedo pasar de fase que para decidir si tengo que llegar a las
manos porque me quitan el sitio en la terraza.

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